Excelente análisis de Juan Carlos De Pablo extraido por el blog "Jorge Avila Opina" :
Seguiré en la AFJP, haga usted igual
En cuanto se implementó la reforma provisional aprobada por la ley 24.241, del 23 de setiembre de 1993, me inscribí en una AFJP. Hasta ahora estoy obligado a seguir en alguna de ellas. Si se aprueba la modificación que el Ejecutivo piensa enviar a las sesiones extraordinarias del Congreso, durante 6 meses podré optar entre quedarme en alguna AFJP, o volver al sistema de reparto.
Me pienso quedar en alguna AFJP, es decir, ni por casualidad me pasaré al régimen de reparto. Y lo mismo le recomiendo a todo el mundo (¿no es curioso que cuando le preguntaron a un colega qué había que hacer, dijo que a quienes menos aportan les convendría pasar al régimen de reparto? Nunca había escuchado una explicación tan nítida de que la jubilación en manos del Estado, en Argentina al menos, es una estafa).
Por eso me puso loco ver cuántos economistas aplaudieron la iniciativa gubernamental, en el nombre de que "aumenta las opciones del beneficiario". ¿Las opciones de qué; de que siga sin haber la más mínima relación entre el esfuerzo y la oportunidad por aportar, y lo que eventualmente se cobrará? Relacionemos cosas, antes de opinar. En algún momento de 2006 la Corte Suprema de Justicia les dijo a los poderes Ejecutivo y Legislativo, que "algo" tenían que hacer con las jubilaciones a su cargo superiores a la mínima, porque habían sufrido un pequeño o ningún aumento, a pesar de que desde la devaluación los precios –aún sobre la base de las estadísticas oficiales– se habían casi duplicado según precios al consumidor, y casi triplicado según precios mayoristas.
Por toda respuesta, los legisladores miraron para otro lado y el Ejecutivo se limitó a incluir en el presupuesto 2007, un aumento de 13% a todas las jubilaciones. Por donde se la mire, una burla (¿reaccionará la Corte alguna vez, sobre este particular?). Pues bien, pensar que es un bien que ahora la gente se pueda pasar de las AFJP al sistema de reparto, es invitarlas a que pongan la cabeza en la guillotina, porque una vez más lo que ocurra con nuestros ahorros "para los últimos años" estará en manos del funcionario de turno.
En cierto modo es una exageración hablar de sistema privado y público de jubilación, porque las AFJP funcionan con restricciones, y parte de sus activos son títulos públicos. Pero casualmente lo que hay que criticar es la intervención estatal en el sistema privado, no al sistema privado mismo.
Ejemplo: es una barbaridad que en 2001 se haya disminuido el aporte personal de 11% a 7%, y mayor barbaridad aún es que se prorrogue la referida reducción, cuando ya ni siquiera existe el discutible argumento que la originó.
Al respecto cabe aclarar que el hecho de que durante los primeros años de existencia las AFJP tuvieran en sus carteras títulos públicos, era bien lógico. Porque el sistema privado arrancaba superavitario, y el público deficitario. La idea era que a medida que pasara el tiempo el sistema de las AFJP tuviera más y más jubilados –más erogaciones– y el sistema público menos, rescatándose los títulos públicos emitidos inicialmente. En todo el mundo las cajas de jubilaciones, las mutuales, etc. "están vacías". La cuestión es la rentabilidad de los activos de las cajas (Perón pagaba 2% anual de interés, frente a una inflación de 30%. Por eso las fundió).
Claro que me gustaría que me cobraran menos de comisión, si bien nunca entendí porqué las AFJP nunca explicaron claramente que la mitad es un seguro de vida e invalidez, que no tiene que ver con los aportes efectivamente realizados, sino con una pensión relacionada con el resto de los años de vida de la viuda o el inválido, independientemente del período aportado.
Pero el punto básico, de filosofía personal, es que con el sistema de capitalización la jubilación es parte de mi problema. Más ahorro, más tendré: antes ahorro, más tendré. Con el sistema de reparto, ahorro lo menos posible y después trato de acomodarme políticamente de la mejor manera posible. Magia.
Las gracias se pagan. Perón disimuló parte de su déficit fiscal con el superávit inicial del sistema jubilatorio, que generalizó creando las cajas para empleados de industria y comercio (existían las de empleados públicos, servicios públicos, bancario, periodistas, etc.). Pero desde algún momento de la década de 1960, el sistema en su conjunto es deficitario.
No hay que ser un genio para advertir que si entre el aporte personal y la contribución patronal, a lo sumo equivalen a 27% del salario, si se quiere pagar 82% de jubilación se necesitan más de 3 que aportan, por cada uno que cobra. Quizás era así cuando se lo dispuso, durante la gestión Frondizi, pero dejó de serlo y nadie le puso el pecho a una noticia "políticamente incorrecta".
¿Resultado? Las veces que hubo que declarar "en emergencia económica" al régimen provisional, como el decreto 2.196, del 28 de noviembre de 1986. La bomba de tiempo provisional generada durante la gestión Alfonsín fue desactivada con los Bocon provisionales emitidos por Menem y Cavallo. Tal fue su magnitud, que según explicaron en 1996 Melconián y Santángelo, la totalidad del aumento de la deuda pública observado entre 1990 y 1996 se debe a compromisos devengados con anterioridad, que no estaban documentados. A partir de 2002 estamos generando una nueva bomba de tiempo.
Estoy afiliado a una AFJP, y seguiré afiliado a alguna de ellas. Mis colegas no deberían aplicar indebidamente principios económicos generales. Después de más de una década de vigencia, el sistema seguramente necesita revisión. Pero por parte de gente que quiere mejorar las cosas, no que "le tiene ganas" al sistema, pero no se atreve a destruirlo de manera explícita.
Si el Gobierno quisiera ocuparse de algo gordo en materia previsional, tendría que analizar y atacar la cuestión de la informalidad laboral y consecuentemente previsional. Para lo cual tendría que pensar, seriamente, la cuestión de los denominados impuestos al trabajo. Mientras cueste tanto hacer las cosas por derecha, habrá grandes incentivos a hacerlas por izquierda. Oportunidad que, lamentablemente, muchos están aprovechando en la Argentina.
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