viernes, junio 19, 2009

¿Privado ó Estatal?


Quiero compartir con ustedes este escrito para Diario Perfil digital que escribió Miguel Angel Rouco.
Soy usuario de Aerolíneas Argentinas desde que tengo uso de razón y he pasado por todo tipo de abusos por parte de esta aerolínea. Nunca pude entender porqué, llegado el caso que la estatización fuera imprescindible, no dejaron que Austral fuera privada, tal como solicitó el grupo Marsans oportunamente. Argentina es el país donde la competencia es mala palabra.
Hoy tenemos Aerolíneas Argentinas estatal (o eso nos hace creer el gobierno K, ya que aparentemente sigue siendo del grupo Marsans pero el estado paga el déficit) y si no fuera porque el estado (todos nosotros) le pone dinero todos los días, esta aerolínea no podría volar ya que es altamente deficitaria.
¿No hubiera sido preferible que Aerolíneas Argentinas esté con un grupo privado, con participación estatal, con un management de primera línea que sepa manejar una aerolínea, con un subsidio estatal de acuerdo a la ocupación de los vuelos, para que de esta manera se vuele no solo a los destinos rentables sino a todo el país? Es solo una idea de las cientos que debe haber para que una aerolínea de el servicio público que necesitamos pero sin perder tanto dinero, con los aviones necesarios y los empleados calificados y necesarios (solamente)

Vamos a la nota:

A pocos días de las elecciones, y como si fuera el problema medular de la Argentina, la clase dirigente vuelve a instalar un pueril debate en el país, un verdadero sinsentido, en medio de urgencias. Con la lógica intención de formar una cortina de humo delante de los problemas reales de la gente, los autocandidatos pretenden instalar la falsa antinomia "público vs. privado".

Nada más lejos de la realidad que esta falsa alternativa, luego de que ambos sistemas fracasaran, al menos en la Argentina, y todo ello con la nefasta injerencia de los políticos de turno. Lo que realmente debe importar es si un servicio o una actividad económica resulta eficiente o se mantiene al socaire de las remanidas políticas de subsidios que terminan convirtiéndo a ese servicio en una fuente de inequidad.

Sin embargo, la subsistencia de servicios ineficientes sólo se explica por la determinante presencia de subsidios estatales, que los convierte en una usina de distorsiones, clientelismo y movimiento de fondos de dudosa procedencia y destino. En otros términos, los subsidios constituyen el mejor alimento de los denominados "ñoquis" que pululan por las reparticiones oficiales.

El verdadero debate es eficiencia vs. ñoquilandia. Lo que verdaderamente distorsiona es la presencia de los subsidios porque este beneficio implica una brutal transferencia de recursos de un sector a otro de la sociedad. En otras palabras, cuando se habla de subsidio hay que hablar de alguien que paga y otro que recibe gratis, y no siempre esta transferencia de dinero se realiza desde los sectores pudientes hacia los más necesitados. En muchos casos, y bajo la apariencia de la redistribución del ingreso nacional se amparan situaciones irritativas donde los sectores de menores ingresos financian a aquellos de mayor renta.

A saber, un subsidio es un recursos utilizado por el Estado para que un sector pueda desarrollarse cuando no puede hacerlo por sus propios medios. Y los únicos sectores que no pueden hacerlo son la niñez, la vejez y los minusválidos, el resto está en condiciones de poder hacerlo. Por eso, no se entiende el modelo oficial de subsidios, a menos que el objetivo sea político.

Hay pruebas palpables del fracaso de ambos sistemas. Una muestra de la ineficiencia privada fue la concesión de los ferrocarriles donde lo único que se privatizó fue la gestión y donde el Estado hoy debe poner más plata en subsidios que cuando financiaba el déficit mientras estaban manejados por el sector público. El resultado es una pésima gestión, sin inversiones en infraestructura, material rodante obsoleto y tarifas con precios irrisorios que no responden a ninguna estructura de costos. Y algo más, parte de esa tarifa, a través de los subsidios, es pagada por gente que nunca usa el servicio y que tiene menos recursos que aquel que lo utiliza. A guisa de ejemplo, alguien que vive en el monte o en la cordillera y que nunca viaja en tren, con sus impuestos, paga el boleto de otro que vive en una coqueta zona de Buenos Aires.

Una muestra de la ineficiencia estatal es la patética estatización de una empresa técnicamente quebrada como Aerolíneas Argentinas, con el único pretexto de tener un servicio para la dirigencia política financiado y subsidiado por el Presupuesto Nacional. Con un antecedente no menos grave: LAFSA, un invento del hoy ministro de Justicia, Aníbal Fernández. LAFSA fue una empresa que no tenía aviones y nunca realizó vuelos por lo cual todos sus gastos fueron solventados por la sociedad. Un rotundo fracaso.

Aerolíneas Argentinas es una compañía que tiene un déficit operativo de casi 1,5 millón de dólares diarios, con una flota obsoleta, con más de 100 pilotos sin volar y a la que el Estado destinará millones de dólares -vía endeudamiento-, para tratar de incorporar aeronaves. ¿Quién se beneficia con el mantenimiento de esta compañía? Apenas unos pocos que hacen uso de sus servicios y cuyas tarifas son subsidiadas con recursos de la sociedad. Un ejemplo similar: alguien, con bajos recursos, cuyas posibilidades de viajar en avión son ínfimas, a través de sus impuestos, paga el boleto de otro que con mayores recursos viaja por negocios o por turismo, nacional o extranjero.

¿Hay algo más irritativo que ésto? Sí. Plantear este falso debate "público vs privado", en medio de desempleo, inflación y una ola criminal devastadora, equivale a tomar a la gente de rehén. La política oficial de subsidios siempre beneficia a unos pocos en detrimento del resto de la sociedad. A los ñoquis que seguramente festejarán el 29...

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