martes, diciembre 01, 2009

Interesante entrevista del Diario La Nación a Eduardo Duhalde

Dos obsesiones dominan por estos días a Eduardo Duhalde: ver derrotado a su peor enemigo, Néstor Kirchner, y realizar un acuerdo de políticas de Estado estratégicas que incluya al radicalismo, la Iglesia, el campo, los trabajadores y los medios de comunicación para formar un gobierno patriótico de unidad nacional.

En su búnker, las oficinas del Movimiento Productivo Argentino (MPA), situadas a 100 metros del Congreso, el ex presidente recibe a lanacion.com -en la serie de reportajes de cara al Bicentenario- en uno de los amplios despachos que posee. Desde ese enclave de poder vernáculo, donde lo visita gran parte de la dirigencia política y empresarial, Duhalde ataca con dureza al Gobierno al que califica de "incapaz" y advierte que "ha llegado la hora de pensar en grande".

Mientras juega al misterio sobre su futuro político, un objetivo mayor lo desvela: disputar el poder de sus principales adversarios, el matrimonio presidencial. El ex presidente fustiga a los Kirchner y asegura que "la degradación es el signo de la época".

Pero sus críticas no sólo apuntan al kirchnerismo, sino que también dispara contra el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri: "Las instituciones son degradadas permanentemente. Aparecen los diputados y senadores que víctimas del Gobierno por el manejo de la caja venden sus posiciones y un estado policíaco que desgraciadamente no sólo se extiende al gobierno nacional sino al gobierno de la Ciudad".

Para solucionar los problemas del país tiene una fórmula que considera elemental: "Hay que copiar lo que hizo Brasil ", dice Duhalde que hoy siente casi el mismo fanatismo por su querido Banfield que por el país vecino y, en especial, por su mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva.

- ¿En qué piensa cuando escucha la palabra Bicentenario?

- La idea de degradación. No puede ser que un país que fue el primero en el continente en establecer un Estado de bienestar, aún antes que Estados Unidos, haya retrocedido tanto. Sobre todo a partir del golpe de 1976, la escena la domina la criminalidad de ese tiempo. Hasta ese entonces los trabajadores tenían una renta laboral. Poco a poco empezó a haber trabajadores pobres y una nueva categoría se impuso: la de nuevos pobres. Lo sucedieron los gobiernos de la democracia con enormes problemas. Los primeros con una fuerza militar todavía muy fuerte y no hemos podido salir de eso y cada vez nos enredamos más. Brasil, Chile y, en su dimensión, Uruguay nos han pasado. La degradación, que no sólo tiene que ver con lo económico sino también con lo institucional, es el signo de la época.

- Tiene que ver con una crisis de la dirigencia...

- Tiene que ver con una profundísima crisis de valores y de no haberse dado cuenta el Gobierno, los gobiernos, que ya en 1984 había que tomar enérgicas medidas de recuperación ética de la sociedad y del Estado. La Argentina vive una profundísima crisis de valores como telón de fondo de su degradación.

- ¿Cómo están las instituciones?

- Degradadas permanentemente. Aparecen los diputados y senadores que víctimas del Gobierno por el manejo de la caja venden sus posiciones y un estado policíaco que desgraciadamente no sólo se extiende al gobierno nacional sino al gobierno de la Ciudad.

- ¿Es posible reeditar en la Argentina un pacto entre distintas fuerzas políticas como sucedió en España?

- Es un desafío para la dirigencia. He hablado con dirigentes de todas las fuerzas políticas que ven la necesidad de hacerlo, pero tenemos como inconveniente al Gobierno que le huye a todo lo que tiene que ver con consenso y con diálogo. La Argentina sale de la crisis más profunda de su historia en 2001 precisamente por el diálogo y los consensos. Necesitamos un gobierno patriótico de salvación nacional, de unidad nacional, lo que no significa un gobierno donde se mezclen dirigentes de distintos partidos políticos. El país no entiende, nadie puede entender sensatamente por qué ante esta ola de criminalidad de chicos de 12, 13, 14 o 15 años matando o siendo muertos por cometer delitos no se hace inmediatamente un censo o se crean los establecimientos que hagan falta para reeducarlos. Acá todos hablan y la situación se pone cada vez peor.

- Faltan estadísticas para tomar medidas de fondo...

- Uno de los daños más grandes que se le ha hecho al país es que ya nadie cree en las estadísticas. Por lo que uno ve permanentemente en los medios, porque lo escucha de los dirigentes o de los intendentes, la situación se complica cada vez más. Esto se produce por una enorme incapacidad de este Gobierno. Como se manejaban en Río Gallegos se pretenden manejar en el país y lo que se sale de la esfera de control lo quieren aplastar porque es una política de incapaces.

- ¿Cree que la Presidenta puede liderar la consolidación de estos acuerdos?

- Es imposible. No habla ni siquiera con la gente de su partido. No se puede hablar en la Argentina; es un régimen policíaco. No es que no haya reuniones de gabinete, lo que es gravísimo, no hay ningún país del mundo que suceda eso, pero tampoco hay reuniones de gobernadores. Es un régimen muy pernicioso para el país. Si no mejoramos la calidad institucional en la Argentina, difícilmente nuestro país adquiera la competencia que debe tener un país que quiere incorporarse a una economía globalizada.

- ¿Cómo evalúa la gestión de Cristina Kirchner?

- Cada vez peor. No alcanzan a entender lo que pasó. El problema es que no están concientes de lo que pasa en la Argentina. Una palabra para designar el momento actual es degradación. Un gobernador de un partido que se pasa al otro, es tremendo. Es una falsificación del funcionamiento del sistema institucional democrático.

- ¿Qué evaluación hace de la dirigencia actual?

- Los grandes liderazgos no existen. Tal vez sea una ventaja, como en esos equipos de fútbol donde no existe la gran estrella entonces todos tienen que pelear juntos. Este liderazgo en base a la extorsión de Kirchner, ya cae; el de Menem, que fue un liderazgo carismático, pero muy fuerte, o el liderazgo democrático de Alfonsín, también con rasgos hegemónicos, eran muy fuertes y los que se sienten fuertes no sienten necesidad de convocar al conjunto. Ahora, al no existir ese tipo de liderazgo, yo creo que el campo está más fértil para lograr esos acuerdos. Pero desde ya no hay que perder tiempo con este Gobierno, porque algunos amigos de otros partidos piensan que el Gobierno puede entrar en un proceso de acuerdo de políticas de Estado, pero es imposible.

- ¿El 10 de diciembre, con el recambio parlamentario, no será el momento para que el Gobierno se decida a acordar con otras fuerzas?

- Es imposible. Hay que trabajar para la elección de 2011. Yo digo que los dirigentes responsables, los medios de comunicación, los empresarios, los trabajadores, las iglesias, las ONGs, tenemos que estar alumbrando esas políticas de Estado con prescindencia de este Gobierno, que pasará a la historia como un Gobierno que desaprovechó una posibilidad histórica extraordinaria.

-¿Qué le dicen los empresarios y dirigentes políticos que lo visitan?

- Me piden ayuda en relación a las políticas de Estado. Vienen empresarios, viene todos, el campo, Alfredito [por De Angeli] con los autoconvocados y dirigentes de otras fuerzas políticas. A todos les digo lo mismo: trabajemos para demostrar la capacidad para retomar el camino de las políticas de Estado, como lo ha hecho Brasil. Lula siguió y mejoró en camino de [Fernando Henrique] Cardoso; lo mismo pasa en Chile y en Uruguay. En el único lugar que no pasa es acá.

- ¿El Gobierno crispa?

- Claro, porque no hay criterio lógico. Cuando una sociedad vivió dificultades tan dramáticas como las que vivió la Argentina lo que necesita es apaciguar los ánimos, escuchar a todos, generar un clima de convivencia democrática, todo lo contrario a lo que hace el Gobierno. Cada vez que se va a iniciar una acción denuncian un complot, todo es desestabilizante, una estupidez total de gente incapaz. Hoy el mundo no permite aventuras golpistas.

- ¿Cómo imagina a la Argentina en el Bicentenario?

- Dando vueltas todos los días con cosas estúpidas. Sin claridad de a dónde vamos, tratando de sacar conejos de la galera, cuando en verdad lo que hay que hacer es ocuparnos de los problemas reales que afligen a la gente y eso no es difícil. Ha llegado la hora de pensar en grande.

- Usted cree que la dirigencia, con prescindencia del Gobierno, puede juntarse y acordar algunos ejes comunes, ¿cuáles serían?

- Un plan de desarrollo estratégico a 20 años que le dé garantías a quien quiera producir en la Argentina es fundamental, tener política social seria y responsable. Tenemos que ir a ver lo que hizo Brasil y copiarlo. Eso es elemental. El sistema educativo y de salud no funcionan, ahí tienen mucho que ver los sectores gremiales. Hay que poner todo en revisión. La Argentina necesita un gran cambio y eso lo tiene que hacer la clase política unida. No podemos seguir sosteniendo un estado de malestar permanente donde los sectores más vulnerables no tengan salud, educación y seguridad.

- ¿Alguna vez se cansó de la política y pensó en alejarse de todo esto?

- Sí, muchas veces, pero no me quiero ir de este mundo viendo que el país que tiene más posibilidades del continente de resurgir, esté como estamos. Somos el país más fácil de gobernar de América del Sur. Voy a hacer todos los esfuerzos para constituir un gobierno patriótico de unidad nacional.

La Crisis y el crecimiento. Una certeza acompaña el pensamiento de Duhalde respecto del comportamiento del país por la crisis económica que azotó al mundo. "La Argentina va a seguir creciendo porque tiene una potencialidad bárbara. Pero en vez de crecer a tasas chinas o asiáticas, va a crecer al 1.5 o 2 por ciento. Ese crecimiento no alcanza para que le llegue a la gente. La Argentina podría crecer en forma espectacular, pero toman medidas antiindustrialistas y anticampo. Es un Gobierno que no tiene ni idea de lo que significa una política estratégica de desarrollo productivo.

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